Durante el Paleolítico (y por influencia de las
glaciaciones) todo el Norte de África (el Sáhara actual) fue una amplia sabana de hierba con una fauna de leones, gacelas,
elefantes.
A partir del Neolítico (en torno a
10.000 años a .C.) el clima se fue volviéndose cada vez más árido, y sólo una zona
del Norte de África, Egipto, logró salvarse del cambio climático gracias al
Nilo.
El Nilo nace en una zona de clima tropical, caracterizado por una estación húmeda (6 meses de lluvias más o menos abundantes) y otra seca (no llueve prácticamente nada).
Egipto, por el contrario, se ubica en una zona de clima desértico, caracterizado por precipitaciones muy escasas.
Gracias al río Nilo, Egipto fue una importante civilización que duró 3000 años. El río les daba agua para sus cultivos y los pueblos cercanos y además les permitía comunicarse y comerciar con otras ciudades de Egipto.
El Nilo sufre una crecida anual que corresponde con la primavera-verano. Cuando lo hacía dejaba en las tierras inundadas un barro llamado limo que hacían que fueran muy fértiles.
Aunque esta inundación es paulatina, lo que permite un cierto
control sobre ella (al contrario que en Mesopotamia, con grandes riadas de
un mayor carácter destructivo), a veces las crecidas eran peligrosas. Los egipcios lo controlaban mediante diques y cisternas y a través del
llamado nilómetro, que medía la crecida en varios puntos del río.
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